martes, 9 de noviembre de 2010

Capitulo Cuatro


                                                                Un minuto para las once
Me llevo hasta un restorant en un barrio céntrico de santiago, mire mi reloj ( el único recuerdo que me gusta de mi padre) eran cerca de las 9 p.m.
- Me hablo de las mismas boberias de siempre, el clima, su familia, su trabajo, putas burocracias utilizadas para simpatizar como si a alguien le importara escuchar las banalidades de la vida de un completo desconocido. La verdad es que nada de eso me importaba una mierda, lo único que realmente oí fue cuando dijo que no tenia pareja (eso quitaba una traba para poder acostarme con ella). Después de 5  minutos de oír sus estupideces empezó una migraña de me perseguía desde hace cerca de 5 años, la verdad es que nunca se detenía sino que solo disminuía su frecuencia como una radio vieja que aunque puedes intentar sintonizarla  bien siempre queda un chirrido de trasfondo.
- Le dije que iba al baño, en el camino me di cuenta en el lugar que estaba era un restaurancillo cualquiera decorado pomposamente bajo la escusa de ser inovador ¡que asco!.Gente riéndose con sus deformadas caras como mostrando lo felices que son en sus miserables vidas, ya en el baño me moje la cara para despertar de este mal sueño pero me di cuenta que no iba a despertar ya que mi vida no volvería a ser como antes nunca más.
Cuando volví a mi mesa Laura me estaba esperando, me pregunto si me sentía bien, se rió y dijo que parecía que me estuviera pudriendo por dentro que a cada momento que pasaba me veía peor, mi piel gracienta se volvía mas amarilla y mis ojos estaban tan irritados que parecía como si acabase de fumarme un porro. Yo le respondí con una risa de ironía que lo mas probable es que naci con una parte podrida y que esta cada estación crecía comiendo mi carne y cubriendolo todo con una capa de moho.
La vi y descubrí en su mirada un dejo de compasión la mirada de una madre a un hijo que esta perdido en la miseria. Ya estaba harto de esperar sería ahora o nunca, no soportaba un minuto más de tener que escuchar a este remedo de mujer hablar de su pequeño mundo así que la hice callar y le dije - Acuéstate conmigo ahora-. Solo eso nada más, luego solo mire mi reloj contando los segundos, fueron 47 en total.
-Esta bien llevadme a un motel - dijo ella
La tome del brazo fuertemente como si estuviera hecho de aire y si la soltaba se iba a evaporar, deje veinte mil pesos encima de la mesa ( en realidad solo tomamos un par de cafés con leche y cuatro sándwiches de jamón y queso ) y la lleve a un motel de quinta que encontré cerca del barrio. 



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